
Tú, un vampiro
enseñándome a levitar
(¿pero por qué no puedo
si sé hacerlo desde hace tiempo?).
Se lleva a cabo un secuestro filial
por otros como tú.
Sintonizando frecuencias de estática,
tratamos de localizar
en donde está mi sangre.
Flotamos en la búsqueda
del miembro familiar faltante.
Tú me ayudas,
aún me pesa el cuerpo al levitar.
Salimos del jardín,
subimos las bardas,
Buscamos.
Gente aquí y allá se extraña de vernos.
Al fin encontramos
un lugar al Este.
Una iglesia subterránea.
Entramos.
El temor nos embarga.
Bajamos las escaleras
y desde el descanso
vemos la capilla,
elegante
en madera y flores frescas.
Pero lo que se oculta
no es tan fresco...
Formados en dos filas
hay otros de tu especie,
pero no son como tú:
No tienen voluntad
igual que ella.
Logramos sacarla
y las dos filas de damas
envueltas en gasas moradas
y caballeros de traje,
se abalanzan sobre nosotros,
pero les adelantamos
unos pocos pasos.
Ella nos dice que para salir
debemos desnudarnos
y, ya fuera,
vestirnos rápidamente.
Lo hacemos con gran esfuerzo...
No así otras personas
que estaban cerca.
A ellas las llevan
al fondo de nuevo.
Despierto
y en una enorme coincidencia,
te encuentro.
Te digo que te he soñado
que te vi con una chica
de ojos y pelo dorados
de aspecto triste y común.
En seguida la encuentro a tu lado.
No te sorprende
y me hablas de nuestro viaje.